
Este 2024 será un año bisiesto, en vez de 365 días disfrutaremos de uno más. La razón: el ajuste del calendario solar con el calendario gregoriano, que rige en nuestros días.
Cada cuatro años, los calendarios tienen una particularidad: suman un día más, concretamente el 29 de febrero. Este hecho es una anomalía que se debe a que la Tierra no tarda 365 días exactos en dar una vuelta al Sol. Se demora un total de 365 días, 5 horas, 48 minutos y 46 segundos.
Para ajustar ese desfase, cada cuatro años, se suma un día al calendario, por lo que, en vez de tener 365 días, este 2024 tendrá 366 días. ¿Y qué significa bisiesto? Pues se trata de una palabra que deriva del latín “bis sextus dies ante calendas martii” (“repetido el sexto día antes del primer día del mes de marzo”).
CALENDARIO GREGORIANO VS AÑO SOLAR
El año bisiesto hace referencia a un año que aparece cada 4, caracterizado por presentar un día extra en el calendario, y que sirve para corregir el desfase existente con la duración de un año solar. Y es que, fuera de lo coloquialmente sabido, el tiempo que tarda el planeta Tierra en dar una vuelta alrededor del Sol es algo más de lo que se piensa: exactamente 365 días 5 horas 48 minutos 45,10 segundos. Como el calendario usado en occidente desde el año 1582, el gregoriano, dispone únicamente de 365 días exactos, requiere que cada cuatro años haya que corregir esa acumulación no cuantificada de tiempo: ¼ de día cada año.
Cada 4 años, nuestros calendarios se ven alterados por la entrada de un día extra: el 29 de febrero. Este hecho, que puede llamar mucho la atención la primera vez que se descubre está condicionado por una falta de armonía entre el calendario gregoriano, el actual y utilizado en occidente, con el año solar, es decir, el tiempo exacto que la Tierra tarda en dar una vuelta alrededor del Sol. Sin embargo, ¿sabías que el calendario egipcio ya contaba con esos añadidos? ¿O que, en el calendario juliano, el de los romanos, el día que se incorporaba era el siguiente al 24 de febrero, y no el 29?

CALENDARIO JULIANO
Sin embargo, ya los egipcios contaban con un calendario que tenía en cuenta ese posible desfase con el año solar. De hecho, cuando alrededor del año 48 a.C. Julio César viajó a Egipto, quedó fascinado por la exactitud y eficiencia de su calendario. Y es que, por aquel entonces, los romanos tenían un calendario caótico, donde reinaban unos grandes desfases debido a su imprecisión. Fue entonces cuando César pidió al académico Sosígenes de Alejandría la tarea de diseñar un calendario que se adaptase a la grandeza del Imperio Romano.
Sin embargo, como aun así se está haciendo una pequeña aproximación a que un cuarto de día se obvia por año, con el paso del tiempo, se seguiría presentando un pequeño desfase. Por esa razón, el calendario gregoriano presenta una diferencia entre dos grupos de años: los seculares y los no seculares.
Así, los años seculares serán los múltiplos de 4, mientras que los no seculares serán múltiplos de 400. De esta forma, se eliminan como bisiestos a 3 de cada 4 años seculares. En otras palabras, los años 1800 y 1900, pese a ser divisibles por 4, no lo son por 400, por lo que no fueron años bisiestos, sino comunes. Por su parte, el año 2000, como es divisible tanto por 400 como por 4 sí que se consideró un año bisiesto.
Así, el calendario gregoriano cuenta, en realidad, con ciclos de 400 años, en los que hay 97 años bisiestos y 303 comunes, dando como resultado años de 365,2425 días. De esa forma, la diferencia con el año solar queda reducida a algo menos de medio minuto por año.
¿A qué se corresponde este desfase en el calendario?
Lo cierto es que febrero es el mes más corto del calendario y el más atípico, el menos en cuanto a número de días. En primer lugar, porque tiene menos que el resto y, en segundo lugar, porque, en función del año, puede ser que dure un total de 28 días o 29, como es el caso de 2024. Para entender por qué sucede esto debemos remontarnos a la Antigua Roma y comprobar cómo ha evolucionado el sistema de registrar el paso del año.
Los primeros romanos vivían en una sociedad agrícola. Por lo tanto, seguían un calendario, conocido como el calendario de Romulus, de diez meses. Y dejaban fuera los dos meses más duros para trabajar —enero y febrero—. Lo utilizaban como una manera de establecer en qué momento se podía trabajar y el tiempo restante, como era un período en el que no se podía cosechar, no lo registraban.
En total, el año duraba 304 días. Sin embargo, este sistema no se adaptaba al ciclo lunar. Por ello, el rey Numa Pompilio decidió, hacia el 713 a.C., añadir dos nuevos meses al principio y al final del calendario: Ianuarius —que terminará por derivar en enero— y Februarius —que se convertiría, posteriormente, en febrero—, el mes de la purificación. A partir de ese momento, la añada pasó a tener 354 días.
Febrero dura 28 días gracias a Julio César
Los dos nuevos meses tenían 28 días, frente a los 29 y 31 que tenían los demás. Sin embargo, los romanos consideraban que los números pares traían mala suerte. Por lo que, aunque tanto enero como febrero formaran parte de una estación estéril, no encontraban satisfactorio empezar el año con un mes que tuviera de durabilidad un número par. Así que se decidió que enero tuviera 29 días.

Esta nueva iniciativa tampoco resultó óptima: el número de días que duraba el año hacía que, con el paso de los años, el comienzo y el final de las estaciones se desestabilizara. La solución la obtuvo Julio César. Él decidió que la terminación par o impar resultaba indiferente a ojos de la suerte, por lo que los meses podían durar 30 o 31 días. Enero pasó a ser el primer mes del año y concluyó que el mes de la purificación únicamente necesitaba 28 días de durabilidad. De esta manera, el calendario pasó a tener un total de 365 días.
¿Siempre hay un año bisiesto cada cuatro años?
Sin embargo, la Tierra no tarda 365 días exactos en dar la vuelta al Sol, lo hace en 365,25 días. Por lo tanto, si no se establece una manera de ajustar la duración del calendario solar con el calendario gregoriano (que usamos en la actualidad), a la larga, las estaciones podrían terminar desestabilizándose de nuevo. Así que, para ajustar esos 0,25 días, cada cuatro años se añade una jornada más al mes de febrero.

De esta manera, existen los años bisiestos. Y son aquellos cuyas dos últimas cifras son divisibles por cuatro, como el 2012, 2016, el 2020 o este 2024. Y como lo serán el 2028, 2032 y siguientes.
No obstante, es una aproximación y ese ajuste no exacto. Para solventarlo, el calendario gregoriano habla de años seculares y no seculares, siendo los primeros múltiplos de cuatro y los segundos, de 400. De esta manera, se eliminan como bisiestos tres de cada cuatro años seculares. Es decir, los años 1800 y 1900, pese a ser divisibles por cuatro, no lo son por 400, y no fueron considerados como bisiestos. Sí lo fue el año 2000, puesto que se podía dividir por 400 y por cuatro.
Bibliografía
https://www.nationalgeographic.com.es/